La pichanga eterna entre iusnaturalistas y positivistas
Picante como pichanga de barrio
es la eterna división bipolar entre quienes se consideran iusnaturalistas y
positivistas en materia de Dº, nacida de la estrechez de mirar el desarrollo
humano de tan sólo los últimos milenios y en un ámbito geográfico que va del
bósforo al occidente, añadiendo a Latinoamérica como clon indigenizado de estas
realidades humanas, considerando todo los hechos anteriores como la “oscuridad
de los tiempos primitivos” y toda otra forma de costumbre mesopotámica u
oriental o védica como curiosidades exóticas que nada tiene que ver con el
desarrollo normal del “hombre”. Ciegos, sordos y mudos, desconocen ambos bandos
que nuestra innegable “continuidad biológica con los reinos vegetal y animal”,
a los que en rigor científico debemos agregar los fúngicos y monéricos,
producen el efecto de estar sometidos a las mismas leyes evolutivas. Ahora
bien, desde los últimos 10.000 años el ser humano ha dejado paulatinamente de
lado la selección natural como modo de supervivencia de la especie; al
imperativo de sobrevivir glaciaciones y migraciones épicas nuestros antepasados
respondieron de manera contraria a como lo habían hecho todas las especies,
nuestra debilidad física, nuestra habilidad manual, nuestra inteligencia y como
producto y causa de ello nuestra naturaleza social, nos hizo transgredir la ley
del más fuerte y adoptar como estrategia se sobrevivencia el proteger la
integridad de todos y cada uno de los miembros de la tribu, de manera
progresiva, los primeros que se beneficiaron de ello fueron los ancianos, como
depositarios de los saberes prácticos (función que desde el invento de la
escritura y posteriormente de la imprenta está en decadencia); luego los
lisiados que todavía podían cumplir funciones tales como supervigilar a las
crías o dar la alerta en caso de peligro; luego las mujeres, como fuente de
número de prole y aún como fuente alimentaria por su reserva de grasa, cuestión
que admitía cierta plasticidad en tiempos de crisis hasta nuestros días, a
través del infanticidio femenino. Así, hasta nuestros días, donde toda forma de
vida humana es considerada preciosa, el mejoramiento de las condiciones
sanitarias ha permitido la sobrevivencia y reproducción de humanos que en otras
épocas hubiesen muerto o bien los habrían tirado por un despeñadero al nacer a
causa de deformidad, por lo tanto, dichos genes más que imperfectos en lo
físico habitan dentro de todos nosotros, cual más cual menos tuvo un abuelo que
sobrevivió a una apendicitis por una intervención quirúrgica, por ello llevamos
los genes de esta bomba de tiempo de control demográfico que opera sin
restricciones en otras especies; aún más, en nuestras sociedades tenemos
individuos considerados bendiciones, regalos, que no cumplen función alguna,
más que la de proporcionar bienestar emocional y desarrollo espiritual a sus
cuidadores. También nuestro mundo le lleva una cantidad importante de pobres y
explotados, necesarios para que la máquina de supervivencia de especie funcione.
Todas estas estrategias alternativas a la selección natural atraviesan nuestra
existencia y finalmente vienen a instalarse en nuestros sistemas jurídicos como
Principios generales del Dº, como equidad, como justicia, como epikeia; no son
principios universales que flotan en el cosmos y que por algún motivo captamos;
no son tampoco el producto de un acto onánico racionalista, son nuestra forma
de supervivencia de especie. ¿Niega esta afirmación una entidad divina, un
divino arquitecto, un nirvana, un bodishivatta o lo que sea? En ningún caso,
pues nuestra estrategia de supervivencia se ha desarrollado de lo que es
nuestra carne, insita en nuestra urgencia genética, ¿quién la puso allí?...creo
que la pichanga sigue….